Apenas conocidos los resultados económicos de 2021, Meta (la corporación en la que se encuentra Facebook) vio caer el valor de sus acciones un 27%. ¿Qué decía el informe? Que la empresa facturó 117.929 millones de dólares, un 37% más que el año anterior pero algo menos que lo previsto por los mercados. Si bien los costos operativos y gastos crecieron un poco más rápido que la facturación, la empresa obtuvo un ingreso neto de 39.370 millones, un 35% más que el año anterior.
Evidentemente estos números no dan cuenta de una empresa en crisis, sino todo lo contrario. ¿Cómo se explica que tantos inversores estén intentando deshacerse de las acciones de Meta?
¿Cuál fue el detonante, entonces? De acuerdo a agencias especializadas como Bloomberg, el derrumbe se produjo, sobre todo, porque, el número de usuarios diarios de la red social se estancó en 1.930 millones, cantidad similar a la del cuatrimestre anterior. No importa que 2.910 millones de usuarios, más de un tercio de la población mundial, se conecte al menos una vez por mes: el crecimiento vertiginoso de los últimos diecisiete años está llegando a su fin.
Un modelo de negocios
La caída en el valor de las acciones «desvaneció», como gusta decir a muchos medios, cerca de 230.000 millones de dólares. A la fortuna personal de Mark Zuckerberg, CEO de Meta y principal accionista, se le restaron 24.000 millones de dólares. Estas cifras lejos están de desaparecer en billetes, tienen que ver con la lógica etérea de las expectativas del mercado. Las acciones, en especial las de las empresas tecnológicas, tienen más que ver con una lógica financiera basada en promesas de altos rendimientos que con maquinarias, insumos y contratos. Es por eso que no importa tanto la realidad del negocio, como la percepción sobre el negocio: los inversores miran más las interpretaciones que hace la mayoría sobre cómo va la empresa que a la empresa misma.
Así las cosas, el negocio resulta volátil y el miedo se propaga como un virus: al conocerse los números de Meta la cotización de Snap cayó un 21%, Pinterest un 8%, Twitter un 5,1%. El Nasdaq mismo cayó un 2%.
Que no cunda el pánico
Zuckerberg salió a reconocer que los números no eran los esperados y lo atribuyó al avance de otras redes sociales como TikTok y a la creciente competencia por la atención de la gente (la que permite ubicar publicidades, de las que Meta saca cerca del 98% de sus ingresos). Otro de los factores es el cambio en las políticas de privacidad de Apple, que ahora permite a los usuarios elegir qué aplicaciones pueden registrar sus comportamientos y hábitos. Según Meta este cambio le hizo perder cerca de 10.000 millones de dólares el último año.
Lo cierto es que Zuckerberg sabía que sus inversores están acostumbrados a cifras astrónomicas de crecimiento y que no se contentan con menos: cada vez que pareció desacelerarse, el mercado castigó a la empresa aún con resultados que habrían sido envidiables para cualquier otro.
Por eso mismo Meta lleva años buscando nuevos nichos hacia donde expandirse antes de que se agote la veta publicitaria para aplicar sus ingentes reservas de dinero, poder tecnológico y la enorme cantidad de datos acumulados. Uno de los ejemplos es (o fue) la criptomoneda propia que ya tuvo varios cambios de nombre, pero que ahora parece abandonada.
Más recientemente, Mark Zuckerberg puso toda su maquinaria comunicacional al servicio de su nuevo «lanzamiento»: el Metaverso. De momento, la posibilidad de vivir una internet inmersiva masiva tiene poco de concreto, pero la esperanza de Zuckerberg era mantener las expectativas altas mientras el negocio publicitario se amesetaba. El tiro parece haber salido por la culata: se invirtieron cerca de 10.000 millones de dólares para desarrollarlo con pocos resultados concretos, la cifra finalmente produjo más preocupación que entusiasmo.
El lanzamiento del Metaverso también tuvo el objetivo de tapar con novedades el cada vez más manchado nombre de la empresa, plagado de denuncias, incluso, de sus propios exempleados. De hecho, en el mismo anuncio Facebook pasó a ser una unidad de negocios dentro de la corporación Meta. Lo cierto es que la red social del pulgar azul es la principal fuente de ingresos mientras que las demás unidades, como Instagram u Oculus, aportan bastante poco.
La única verdad
Una sombra recorre la economía de las plataformas: los resultados de Netflix, Spotify, por no mencionar a Uber, indican que aún luego de años de quemar miles de millones de dólares para crecer, no están a la altura de las expectativas generadas para atraer a los inversores que financiaron su crecimiento. La profecía autocumplida se queda sin envión antes de concretarse. El caso de Uber es extremo: lleva más de doce años con pérdidas sustanciosas.
En caso de que la desconfianza se extienda sobre la economía de plataformas, puede temerse un nuevo estallido de las «puntocom», similar al que desinfló la burbuja desde comienzos de 2000 a fines de 2002, cuando millones de dólares se «desvanecieron» junto con proyectos que nunca pudieron madurar o producir ganancias. Cabe aclarar que, en el «mientras tanto», quienes supieron retirarse a tiempo hicieron una jugosa diferencia.
Pero sería un error grave considerar a Facebook un caso similar: la empresa lleva más de una década dando enormes ganancias gracias a la revolución que produjo en el mercado publicitario por no tener que producir contenidos para ubicar publicidad y gracias a la capacidad de hipersegmentación que le permiten los datos sobre sus usuarios para dirigir los anuncios.
De momento las acciones no se recuperan pero es de esperar que lo hagan en buena medida de la mano de aquellos más dispuestos a aceptar un negocio «normal», con tasas de crecimiento ya no siderales. Habrá que ver si Zuckerberg acepta gestionar una empresa sin el vértigo de los últimos años, o si apostará sus cuantiosos recursos a pegar otro pleno como el de Facebook.