En un mundo signado por el calentamiento global y por la necesidad de transformar la actual matriz energética basada en combustibles fósiles, los científicos y las científicas de Argentina buscan la puesta en marcha de iniciativas innovadoras ancladas en el contexto local. De manera reciente, investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad Nacional de Quilmes propusieron utilizar las olas de mar para generar energía. De hecho, el proyecto no es nada descabellado: representan el último recurso energético natural renovable sin explotar en el planeta.
Según datos provistos por la Ocean Energy Systems (OES) y la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), se estima que de las olas podría extraerse una energía equivalente a 29.500 TWh (Teravatio-hora)/año, lo que supera el consumo mundial de electricidad en 2018 (que fue de alrededor 22.315 TWh y dos tercios se basa en combustibles fósiles). Lo que aún significa más, de acuerdo a la OES, se calcula que se pueden obtener 80.000 TWh de electricidad al año de las olas del océano, lo que bastaría para satisfacer cinco veces la demanda energética mundial. La Comisión Europea proyecta que para 2050, un 15 por ciento de la energía provenga del mar y para 2080, prevé que ese porcentaje se incremente al 50 por ciento.
Proyecto autóctono
En este marco, investigadores argentinos desarrollan una “columna de agua oscilante”, porque consideran que constituye una de las mejores técnicas que se propone convertir la energía de las olas de mar en electricidad. Se trata, en concreto, de una cámara hueca que puede ubicarse en una escollera. La astucia es que la cámara posee un orificio por debajo del agua, donde la ola ingresa y sale; además de un espacio de aire que con el movimiento de la ola se comprime y descomprime. En última instancia, el flujo generado produce el movimiento de una turbina. Al respecto, el ingeniero apunta: “Tambien hay otros sistemas, como boyas que flotan, que están conectadas a un pistón. A medida que la boya sube y baja, lo mueve y es el encargado de extraer energía”.
El aporte del grupo de la UNLP, en este marco, consiste en la puesta a punto de las técnicas “de control realimentado”, que permiten medir –entre otras variables– la velocidad con la que sube el pico de la ola, o bien, examinar cómo asciende y desciende el flujo de aire en la cámara. Una vez asegurado el funcionamiento de la turbina, el siguiente desafío estará en localizar el sitio estratégico en donde colocar el dispositivo para extraer la mayor cantidad de energía. Desde aquí, Mar del Plata se prevé como un buen punto de inicio para las primeras evaluaciones: la extensión costera en Argentina convierte al país en un escenario atractivo para el diseño de sistemas que aprovechen las energías alternativas, que a su vez, se complementan con la solar y la eólica. “Mar del Plata tiene infraestructura para poder realizar experimentos. Hay desarrollo costero y navío; hay astilleros e institutos de investigación. Resuelve muchos aspectos centrales. Con el tiempo, veremos cuál es el mejor escenario, el más estratégico para aprovechar esta energía en Argentina”, dice García Violini.
En 2021, en el escenario local, se creó la Red de Energías Marinas Argentinas, conformada por expertos y expertas de la Universidad Tecnológica Nacional Buenos Aires y de la Universidad de Buenos Aires, personal del Servicio de Hidrografía Naval y del Instituto Nacional del Agua, entre otros. El propósito es que todos los grupos que trabajan por su cuenta puedan compartir saberes en torno a la energía undimotriz, (como se denomina a la generada por las olas). Asimismo, promueven el crecimiento de un centro de experimentación, a partir de la creación de piletones aptos para la realización de ensayos y la puesta en marcha de prototipos de prueba.
Clave para modificar la matriz
La obtenida a partir de las olas es una energía renovable cuyo desarrollo científico y técnico explotó con el cambio de siglo, pero que arrastra intentos muy valiosos desde 1973, a partir de la crisis del petróleo. Los modelos de negocio, cuando el precio del crudo se estabilizó en los 80’s, volvieron a concentrarse en este combustible fósil y en energías renovables de carácter más accesible, como la solar o la eólica. Con el protocolo de Kyoto –que se propuso por primera vez reducir la emisión de gases de efecto invernadero– y otros encuentros diplomáticos de envergadura, la energía undimotriz retornó a la carpeta de los grandes Estados. En el presente, las olas, las corrientes y las mareas constituyen lo que se denomina “energías oceánicas”: áreas pujantes con múltiples potencialidades.
“En el hemisferio norte se trabaja y se invierte muchísimo dinero desde hace décadas. En Argentina, en cambio, casi no se hablaba de esto hasta hace tres o cuatro años, no había desarrollo local porque tampoco había inversión en investigación”, subraya García Violini. Y remata: “No hay forma de pensar en un mundo libre de carbono basado solo en el viento o el sol, también necesitamos del mar. Todos los sistemas renovables deben complementarse entre sí”.